La inclinación de la colina se expandía
ante mis ojos, en tus corredores empedrados la humedad de la madrugada aun
escurría, suave, lenta.
A cada tramo que cubrían mis infantiles
pisadas, nuevos sonidos hacían su hogar para siempre en mi memoria.
Aquel olor, aquella ave que cantaba en las
ramas, el insecto que sobre mi cabeza surcaba el aire.
Un cerro en espiral en las regiones altas
de tus costas, vestigios del pasado que muchos ya olvidaron, que olvidamos a diario
y que se olvidarán para siempre.
Callejuelas y callejones en interminables
subidas y bajadas, de tarde tu nombre suena en las voces de los comensales, de
los estudiantes, de los que al terminar el día se sientan en un café a ver la
lluvia atravesar los rayos de las luminarias en tus banquetas.
Siempre te recuerdo en Otoño, siempre que
el Otoño de la estepa me traiga con sus últimos vientos del Sur, en susurros
tus eventos.
Seguro hoy ya no eres lo que recuerdo, ni
eres lo que soñaba que podías ser, seguro hoy mis recuerdos están en mezcla con
mis sueños, sueños que nunca podrán ser.
De la mano de mis padres a veces te veo en
las noches, fundida con par de ciudades más, lo que veo no eres tú, lo que
añoro fue mi hogar…
Nunca más volví a ti, igual un día lo haré,
aunque el miedo de verte hecha ruinas, sin tu alfombra de hojas muertas, ni tus
bosques y tu niebla, no me haga sentir bien.
Será mejor dejarte en ilusión, en anhelo,
meta y triunfo, tal vez no desapareciste, tal vez solo te fuiste como yo…
Y en
el camino te encontraré…
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